Harry Potter y el Legado Maldito: ¿Qué le pasó a nuestro héroe rebelde?

En 2016, Harry Potter y el Legado Maldito subió al escenario y nos dejó a todos con la ceja arqueada más alta que nunca. Porque sí: Harry volvió… pero en versión «padre control freak con necesidad urgente de terapia».
¿El resultado? Un Albus Potter agobiado, un Scorpius Malfoy adorable, y media generación mágica preguntándose:

«¿De verdad este señor amargado es nuestro Harry?»

Spoiler: la respuesta tiene mucho que ver con algo llamado aetonormatividad. (Sí, suena a hechizo raro, pero es más mundano de lo que crees.)

¿Aetono-qué?

La aetonormatividad —gracias, Maria Nikolajeva, por este término que suena a conjuro de nivel experto— es la tendencia de los adultos a imponer sus normas sobre los niños. En plan:
«Yo sé lo que te conviene, pequeño muggle. Y no, no puedes montar un unicornio a medianoche.»

En literatura infantil (y en la vida real, ejem), los adultos siempre quedan como los listos, responsables y sensatos… aunque a veces estén a dos pasos de ponerse a gritar en una esquina.

¿Qué pasa en El Legado Maldito?

Pues que aquí, la aetonormatividad se pone las botas.
En vez de la clásica historia donde los chavales —Harry, Hermione, Ron— se rebelaban contra adultos corruptos o inútiles, ahora tenemos a un Harry adulto controlándolo todo como si la paternidad fuera un partido de Quidditch donde no puedes dejar que nadie pierda.

Y claro, los fans, acostumbrados a ese esquema donde los jóvenes tenían voz, voto y varita propia, se quedaron como:

«¿Desde cuándo Harry se convirtió en el primo pesado que te dice cómo vivir?»

El esquema literario original: Magia, rebeldía y narices sucias

En los libros originales, Harry y sus amigos no solo desobedecían reglas: las destrozaban, las quemaban y bailaban sobre sus cenizas.
Era el sueño de toda adolescencia inconformista: un sistema donde los niños tenían razón y los adultos… bueno, a veces daban pena.

El caos en El Legado Maldito: Bienvenidos al «mundo adulto»

En cambio, El Legado Maldito nos muestra un Hogwarts donde los adultos mandan, los niños obedecen (mal) y todo el mundo parece estar a punto de mandarse a terapia de grupo.
El equilibrio de poder cambió, y con él, la magia narrativa también se resintió.
¿Es un fallo? ¿Es evolución? ¿Es simplemente un Harry sobrecargado con hipotecas, facturas y dolor de espalda?
Quizá todo a la vez.

Reflexiones (y un poco de terapia grupal)

Harry Potter y el Legado Maldito no solo nos cuenta otra aventura mágica: nos fuerza a ver cómo la vida —incluso en el mundo mágico— se vuelve más complicada, gris y menos heroica al crecer.
Algunos fans lloraron. Otros protestaron. Algunos más, como buenos Gryffindor, escribieron fanfics alternativos.

Pero en el fondo, El Legado Maldito pone el espejo ante nuestras narices: crecer duele. Incluso para el Niño que Sobrevivió.


Fuente sabia de todas estas vueltas mentales:

  • Malin Alkestrand: «Harry Potter and the Curse of Aetonormativity…» Children’s Literature Association, 2020.

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