Eduardo Mendoza: cuando recordar y fantasear se dan la mano (y se montan una fiesta)

Eduardo Mendoza no solo escribe novelas donde pasan cosas surrealistas a ritmo de carcajada interna. No, amigo lector: detrás de cada historia delirante, hay una técnica literaria que haría llorar de emoción a cualquier profesor de Teoría de la Literatura.
Hoy hablamos de su gran superpoder: la memoria fabulada.
Spoiler: no es que recuerde mal, es que recuerda mejor.

¿Qué diablos es la «memoria fabulada»?

La memoria fabulada es ese maravilloso punto intermedio entre recordar tu infancia como fue… y como te habría gustado que fuera (spoiler: con más dinosaurios, menos deberes).
En el caso de Mendoza, no se trata de contar hechos tal cual, como quien recita la lista de la compra. Se trata de transformar los recuerdos en algo tan vibrante y loco que parezca más real que la realidad misma.
¿El truco? Mezclar memoria + imaginación como si estuvieras preparando un cóctel literario de los buenos.

El papelón de la memoria en los libros de Mendoza

En las novelas de Mendoza, la memoria no es una vieja maleta polvorienta que abres de vez en cuando. Es una máquina de crear mundos. Los recuerdos no se limitan a decir “esto pasó”, sino que saltan, bailan, se ponen un disfraz y te montan una fiesta de personajes, escenarios y situaciones que podrían haber sido… o no.

Es como si Mendoza te dijera:

«¿Que la memoria tiene que ser fiable? Ja. Mejor que sea divertida.»

Memoria + imaginación = una pareja mejor que Romeo y Julieta

Eduardo Mendoza no entiende la memoria como un museo de cera.
Para él, recordar es un acto creativo: cada recuerdo es una excusa para inventar, exagerar, retorcer o directamente transformar la realidad en algo mucho más interesante.
¿Te acuerdas de ese vecino raro que tenías de pequeño? Mendoza lo convertiría en protagonista de una historia sobre conspiraciones galácticas y pastelitos robados.

¿Por qué suena tan fresco en pleno siglo XXI?

Mientras otros autores siguen contando sus dramas vitales en orden cronológico como si fueran boletines del telediario, Mendoza se marca un triple salto mortal:
fusiona memoria e imaginación y te regala historias que parecen vividas, soñadas y narradas por el amigo más divertido y excéntrico que tienes (ese que exagera todo, pero en el fondo, dice verdades como templos).

Así que sí: Mendoza no solo escribe novelas. Construye recuerdos que nunca vivimos, pero que sentimos como nuestros.

En resumen: Eduardo Mendoza, el mago de los recuerdos mejorados

La memoria fabulada no es un truco barato, es el corazón de la narrativa de Mendoza: un recordatorio (guiño guiño) de que contar historias no es repetir lo que pasó, sino darle sentido, humor y un poquito de locura a lo que somos.

¿Moraleja?
Recordar es humano. Fabuladamente recordar es Mendoza.


Fuente de sabiduría académica (y de ganas de releer Sin noticias de Gurb):

María José García-Rodríguez, «La Memoria Fabulada y la Escritura de Eduardo Mendoza», Revista Chilena de Literatura, Noviembre 2021.

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