Thomas Hardy: cuando el corazón no solo siente… también late fuerte (y tiembla la cama)

A ver, a Thomas Hardy no lo invitarías a una fiesta para animarla, pero si estás buscando un cóctel de ciencia, emociones intensitas y tragedias rurales que te dejan con el corazón apretado… este señor es tu hombre. Aunque escribió en el siglo XIX, en pleno apogeo de corsés, clases sociales rígidas y teorías científicas recién salidas del horno darwiniano, Hardy tenía una obsesión: el cuerpo. Pero no en plan “vamos al gimnasio”, sino en plan “las emociones no viven en el cerebro, viven en la carne”.

Sí, amiga, si alguna vez te ha dado un vuelco el corazón o se te ha cerrado el estómago de nervios, Hardy ya estaba ahí diciendo: “te lo dije”.

Emociones con cuerpo (literalmente)

Hardy no era psicólogo, ni médico, ni influencer de salud, pero se empapó bien de las teorías científicas de su tiempo. Le encantaban Darwin y William James, esos señores que decían que las emociones no empiezan en la mente, sino en el cuerpo. Y él, como buen novelista con ganas de lío, lo metió todo en sus libros.

Por ejemplo: en Tess of the d’Urbervilles, Tess no empieza enamorada de Angel Clare por sus palabras bonitas o su peinado de poeta sensible. No, no. Lo primero que reacciona es su cuerpo. Una vibración. Un pulso. Un “uy”. Y luego ya, si eso, los pensamientos.

Darwin, animales y corazones que no mienten

Darwin decía que humanos y animales compartimos expresiones emocionales. O sea: que ese latido que se acelera cuando te gusta alguien no es muy diferente al que siente tu perro cuando ve una salchicha.

Y Hardy lo sabía. En Far from the Madding Crowd hay una escena en la que un personaje compara los latidos del corazón humano con los de los animales, como diciendo: «no somos tan sofisticados como creemos, cariño». Porque en el fondo, todos respondemos al instinto, aunque vayamos vestidos con chaleco de lana.

El corazón: símbolo y altavoz

En el mundo Hardyano (sí, lo acabo de inventar), el corazón no es solo un dibujito en una carta de amor. Es un receptor de señales. Un mensajero. Un centro de control emocional. Y a veces, también un saboteador.

En Tess, los latidos del corazón de la protagonista tienen voz propia. Ante un roce de Angel, el cuerpo de Tess reacciona antes que ella. Y claro, Hardy aprovecha para dejar claro que por mucho que queramos racionalizarlo todo, el cuerpo tiene la última palabra. Spoiler: a veces la caga.

Flores que se sacuden y camas que tiemblan: ¿realismo o telenovela?

Aunque Hardy es considerado uno de los grandes del realismo, la verdad es que a veces se le va la mano con el dramatismo. Y no lo decimos como crítica: lo adoramos por eso. En sus novelas, las emociones no solo se sienten: ¡afectan al entorno físico! Una cama vibra con los latidos del corazón, una flor se sacude de pura intensidad… melodrama del bueno.

Pero esto no es gratuito. Hardy está diciendo: “Mira, las emociones no se quedan dentro. Se notan. Se contagian. Se expanden”. Como cuando tú lloras con una canción triste y hasta el gato se pone a mirarte raro.

Contra Henry James y la introspección intensa

Mientras Henry James estaba diseccionando la mente humana como si fuera un bisturí en una tesis doctoral, Hardy decía: “todo eso está bien, pero el cuerpo también importa, colega”. Sus personajes no están encerrados en sus pensamientos. Viven el mundo con el cuerpo: sienten, tiemblan, se alteran físicamente.

Y como él mismo dice en Far from the Madding Crowd: el alma es esclava del cuerpo. Así, sin anestesia.

¿Y esto qué tiene que ver contigo?

Pues todo. Porque en una época en la que seguimos preguntándonos si somos más razón o más emoción, Hardy te grita desde su siglo: “eres un poco de todo, cariño, y está bien”. Sus novelas no solo nos hablan de los dramas victorianos y del campo inglés. Nos hablan de nosotras. De cómo sentimos, de cómo el cuerpo a veces decide antes que el cerebro, y de cómo esas emociones físicas siguen marcando nuestras decisiones.

Reflexión final (aka confesión con corazón incluido)

A mí Hardy me parece un adelantado. Un señor que supo unir ciencia y literatura sin necesidad de hacer una TED Talk. Te le metes en la cabeza, sí, pero también en el pecho, en el estómago, en la piel.

Leerlo me hace pensar en cuántas veces he intentado entenderme desde la cabeza cuando en realidad era el cuerpo el que tenía la respuesta. A veces, con un simple latido que se acelera. O una tensión en el pecho. O unas lágrimas traicioneras.

Y eso, querida lectora, sigue siendo tremendamente actual. Porque, como bien sabía Hardy, somos carne, emoción y caos. Y eso nos hace maravillosamente humanos.

Fuente

Battersby, D. (2024). Thomas Hardy’s Betraying Heart: Realism and Bodily Affect. ELH, 91(4), 1083-1109. https://dx.doi.org/10.1353/elh.2024.a945314.

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