Si la ciencia ficción tuviera una Sagrada Familia, Isaac Asimov sería el patriarca con gafas gruesas y una biblioteca infinita. Lo llaman uno de los «Big Three» del género, junto con Arthur C. Clarke y Robert Heinlein, pero siendo honestos: si esto fuera una boyband, Asimov sería el cerebrito que escribía las letras… y de paso, te explicaba la teoría detrás de cada acorde.
De Petróvichi a Nueva York: el comienzo de una mente galáctica
Nació en un pueblito ruso que suena a marca de vodka (Petróvichi), en una fecha que ni él mismo tenía clara —entre el 4 de octubre del 19 y el 2 de enero del 20. Finalmente eligió el 2 de enero como cumpleaños oficial. ¿Por qué? Porque si vas a conquistar la ciencia ficción, al menos empieza el año con estilo.
Su infancia fue cualquier cosa menos sencilla: sobrevivió a una neumonía letal que se llevó a varios niños de su comunidad (spoiler: él no fue uno de ellos) y emigró con su familia a Brooklyn. Allí se topó con las revistas pulp y se enamoró… pero no de las chicas de portada, sino de los cerebros brillantes que imaginaban futuros imposibles. Cosas de Asimov.
Cuando no te quieren en Medicina y terminas inventando las Leyes de la Robótica
Asimov quería ser médico, pero la Facultad de Medicina le dijo “next”. Así que se fue por la tangente y acabó licenciándose en Química, aunque lo suyo, lo suyo de verdad, era la escritura. Por suerte para nosotros, el bisturí lo cambió por el teclado, y el resultado fue historia (galáctica).
En 1950 lanza “Yo, Robot”, donde nos presenta a unos robots que, paradójicamente, tienen más ética que muchos humanos. Sus famosas Tres Leyes de la Robótica se volvieron canon para cualquier historia con androides, inteligencias artificiales o jefes con alma de Terminator.
“Fundación”: porque si vas a escribir sobre el futuro, que sea en modo imperio galáctico
Su serie “Fundación” es como una novela de política, sociología y matemáticas… pero con naves espaciales y un planeta que es básicamente la Wikipedia con clima controlado. ¿Lo mejor? La psicohistoria, esa ciencia-ficción social que predice el futuro como si fuera la Bolsa. Asimov inventó un sociólogo matemático antes de que LinkedIn siquiera soñara con existir.
Pero Asimov no solo vivía en el espacio
El hombre era una enciclopedia con piernas. Escribió más de 500 libros (sí, has leído bien, quinientos), y muchos de ellos eran de divulgación científica. Física, historia, biología, matemáticas… lo que pillara. Todo explicado de forma que hasta tu primo el que repitió tres veces entendiera de qué iba la cosa.
El oráculo que acertaba más que tu horóscopo
Cuando Asimov predecía el futuro, no hablaba de bolas mágicas. Hablaba de videollamadas, coches autónomos y otras cosas que hoy son tan normales como pedir sushi por app. Si levanta la cabeza y ve a ChatGPT, igual nos incluye en su próximo cuento.
Un final de novela… con giro triste
Asimov murió en 1992, pero su última “revelación” llegó años después: su muerte fue causada por el VIH, contraído en una transfusión de sangre. Lo mantuvieron en secreto durante años por el estigma que había entonces. Incluso en eso, Asimov vivió y murió tocando temas complejos, humanos, profundos. Y sin perder la claridad.
Legado: inmenso, inmortal, y probablemente almacenado en un servidor de la NASA
Isaac Asimov no solo nos dejó libros. Nos dejó ideas, mundos, reglas morales para cuando los robots nos preparen el café, y sobre todo, la sensación de que entender la ciencia no solo es posible, sino emocionante.
Fuente: «Isaac Asimov, maestro de la ciencia ficción», escrito por J.M. Sadurní.
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Soy Nayat, y aquí mezclo sin pudor mis obsesiones literarias: desde artículos bien pensados sobre literatura “seria” (con comillas, porque a veces se pasa de intensa) hasta mis series favoritas del momento. Todo, por supuesto, bien ordenado en listas —porque nada me da más paz mental que ver los libros colocaditos en su sitio. También vas a encontrar recursos gratuitos, recomendaciones y alguna que otra joya inesperada. Bienvenida a este rincón donde el caos literario se convierte en puro disfrute. Puedes saber más sobre mí aquí.
ÍNDICE
- De Petróvichi a Nueva York: el comienzo de una mente galáctica
- Cuando no te quieren en Medicina y terminas inventando las Leyes de la Robótica
- “Fundación”: porque si vas a escribir sobre el futuro, que sea en modo imperio galáctico
- Pero Asimov no solo vivía en el espacio
- El oráculo que acertaba más que tu horóscopo
- Un final de novela… con giro triste
- Legado: inmenso, inmortal, y probablemente almacenado en un servidor de la NASA