El cereus florece de noche (y decoloniza de día): identidades trans, casas raras y metamorfosis sartorial

La novela Cereus Blooms at Night (publicada en español como El cereus florece de noche) de Shani Mootoo es una de esas joyas literarias que no solo te hace pensar, sino que te remueve por dentro como una cucharilla en una taza de café bien fuerte. Es poesía, es política, es flora tropical y cuerpos en transformación.

¿Dónde se consigue en español? Pues buena suerte. Salió allá por 1999 y encontrar un ejemplar es casi como encontrar al cereus floreciendo: raro, precioso y siempre de noche. Así que si lo ves por ahí, cógelo antes de que alguien más lo adopte.

En este artículo me apoyo en el texto de Chung-Hao Ku (sí, ese artículo académico que tiene más subrayados que el libro de tu carrera) titulado “Trans Bodies and Embodiments in Shani Mootoo’s Cereus Blooms at Night” (2023). ¿El resumen? Mootoo rompe las normas del género (literario y de identidad), borra líneas entre humanos y no humanos, y convierte el hogar en una especie de santuario trans-decolonial. Allá vamos.

Un hogar fuera de norma: resistencias tropicales con aroma a cereus

En Cereus Blooms at Night, la casa no es ese lugar idílico con cortinas blancas y galletitas en el horno. Nope. Es un espacio mutante, casi mágico, donde se cuecen resistencias a lo colonial, lo binario y lo normativo.

La isla de Lantanacamara, con su nombre inventado pero ecos reales de lo postcolonial, funciona como el fondo de pantalla de Windows donde Mootoo juega a preguntarse: ¿qué pasa cuando un cuerpo no encaja? ¿Dónde se refugia? ¿Qué pasa cuando la «naturaleza» (sí, entre comillas) no está al servicio de una idea blanca, colonial y normativa?

Spoiler: se inventa un nuevo hogar. Con plantas, insectos y cuerpos en floración.

Mala: la señora que se convirtió en selva

Mala es uno de esos personajes que te dejan pensando: ¿esto es real o es una metáfora viva? Tras sobrevivir a un padre monstruoso y ser abandonada por su hermana, Mala decide dejar de jugar al juego del mundo civilizado. Y se convierte, literalmente, en parte de la naturaleza: vive con bichos, habla con flores (bueno, casi), y su casa es más botánica que humana.

Según Chung-Hao Ku, este «transespeciacionismo» (palabra para soltar en cenas cultas) es una forma de resistencia brutal a la lógica colonial que separa humano/naturaleza, masculino/femenino, cuerdo/raro. Mala dice: “pues no, yo soy todo eso y más”. Y florece. Como el cereus.

Tyler: enfermero, narrador y mariposa en proceso

Tyler es nuestro narrador AMAB (asignado masculino al nacer), y uno de los corazones palpitantes de esta historia. Su transformación comienza con algo tan cotidiano como ponerse un uniforme de enfermera. Pero esto no es un simple cosplay: es una afirmación identitaria.

Cuando Tyler se viste, no solo cambia su aspecto: cambia su cuerpo, su forma de moverse, de sentir. “Me sentía más suave, menos rígido”, dice. Y ahí es donde la ropa se vuelve narrativa y el armario se convierte en un escenario político. Mootoo le da a lo cotidiano un poder transformador, y Ku lo llama como debe llamarse: metamorfosis sartorial. Apunta eso.

Otoh: masculinidad sin bisturí y con mucha fuerza

Otoh, por su parte, nació con el género equivocado… para el sistema. Porque él siempre se supo hombre, desde pequeño, sin cirugías, sin transiciones médicas dramatizadas. Simplemente, es. Y lo más bonito: su madre lo acepta. Y la comunidad, también.

Esto es radical. Porque no solo rompe con la idea médica del “cuerpo que hay que corregir”, sino que planta cara a la idea colonial de que todo lo que no entra en una casilla debe ser arreglado o marginado. Otoh no pide permiso. Vive. Y eso ya es decolonial de por sí.

Narrativas trans que desmontan imperios

Lo que hace Mootoo no es solo contarnos historias de personajes queer o trans: es dinamitar las bases del pensamiento colonial que decía quién era humano, qué cuerpo era válido y cómo debía ser habitado el mundo.

¿Que te dijeron que solo había dos sexos y que tu cuerpo tenía que ajustarse a eso? Mootoo dice: “pues no, cariño. Hay más mundos posibles”.

Según Ku, Mootoo nos invita a dejar atrás el discurso del “cuerpo equivocado” y abrazar una visión plural, diversa y desobediente del cuerpo humano (y no tan humano). Y esto es importante, porque muchas veces la literatura queer se queda en lo individual. Pero Mootoo va más allá: propone una reconfiguración de todo el marco colonial. Y lo hace con flores. Con trinos de pájaros. Y con ropa.

¿Y tú qué floreces?

Personalmente, leer esta novela fue como entrar a un jardín nocturno donde cada planta te cuenta un secreto. Me recordó que los cuerpos no están hechos para encajar, sino para florecer. A su manera. A su ritmo. Incluso cuando nadie los está mirando.

El cereus florece de noche. Silencioso, raro, hermoso. Y cuando lo hace, te transforma.

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